Introducción al amplio tema del significado y de la pertinencia de una cultura de paz universal, aplicable y desarrollada en todos los países, culturas, grupos y espacios de interrelación humana, con el pleno respeto a la diversidad en armonía global.
El propósito de la presente obra es el de desmentir la creencia popular de que el conflicto, la agresión y la violencia dependen de la naturaleza humana, y establecer que más bien constituyen meras opciones que han llegado a ser predominantes en ciertas culturas, particularmente la occidental que se ha impuesto actualmente a nivel mundial. Se propone que la raíz de esta cepa cultural se halla en la Europa medieval, que se apoderó del resto del mundo mediante la conquista, colonización y hegemonización cultural a lo largo de cinco centurias. Veremos cómo los argumentos justificatorios y legitimadores de esa cultura han llegado a construir –desde la ciencia, la filosofía, la religión y las artes– todo un mito en torno a la naturalidad e inevitabilidad de la contienda, lucha y guerra entre los seres humanos, y cómo este mito ha ido institucionalizándose en las estructuras sociales del mundo de hoy.
La situación predominante de hoy – caracterizada por divisionismo y discriminación, conflicto y competencia, lucha y pugna, agresión y violencia, guerras y relaciones antagonistas – puede describirse como ‘agónica’ o ‘agonista’, que significa “caracterizado por la lucha o pugna”. Proviene del vocablo griego ‘agon’ (αγων) que significa contienda, combate, concurso o lucha, del cual se desprende agōnistēs(αγωνιστής): combatiente, concursante o rival. Constituye la raíz de otras palabras en castellano como ágora (lugar de debates públicos) y antagonismo (relación de oposición u hostilidad).
En otras disciplinas, este término tiene diversos significados. Por ejemplo, en la bioquímica, un 'agonista' es contendiente químico: una sustancia que se une a un receptor celular y provoca una respuesta en la célula. En la etiología, es el conjunto de respuestas animales ante un peligro, que incluyen el atacar y huir. En la política, el 'agonismo' es una tendencia que considera inevitables la división, el conflicto y la pugna o lucha, bien sea de clases u otros grupos de interés, y 'agonista' es aquel que cree en esto.
Siendo un vocablo poco común y confundido por muchos con ‘agonizar’ (luchar con la muerte), algunos autores prefieren hablar en términos de una cultura de conflicto, de contienda, de violencia, de guerra, de adversarialismo,1 etc. Sin embargo y aunque puedan ser más conocidos, estos términos resultan menos precisos, por lo que con la venia del lector, emplearemos el término ‘Cultura Agonista’ y ‘Cultura de Agonismo’ para los fines del presente estudio, para referirnos a una disposición psicocultural de percibir el mundo en términos de conflicto y competencia, unida a configuraciones socioestructurales basadas en las relaciones de tipo ganar-perder o suma cero.
El contrario del agonismo es una sociedad caracterizada por el mutualismo, la cooperación y la ayuda mutua, que será descrito como una ‘Cultura de Paz’ por ser éste el término de mayor diseminación y acogida al momento actual. La UNESCO reconoce que la “Cultura de Paz es un concepto complejo que todavía sigue evolucionando y desarrollándose como resultado de la práctica”, pero la describe tentativamente como “un cuerpo creciente de valores, actitudes, comportamientos y estilos de vida compartidos basados en la no violencia y el respeto de los derechos y libertades fundamentales, en la comprensión, la tolerancia y la solidaridad, en la coparticipación y la libre circulación de la información, así como en la plena participación y fortalecimiento de las mujeres”, cuya creación “constituye un vasto proyecto de alcance multidimensional y mundial”.2
En febrero de 1994, el Director General creó la Unidad del Programa Cultura de Paz bajo su directa dependencia, asignándole las siguientes funciones:
El logro de una cultura de paz requiere de grandes reformas en todos los ámbitos de nuestra vida colectiva. Sin embargo, ante las propuestas de cambio sociocultural, cuántas veces se han oído palabras como estas: “No seas un tonto. El mundo es como es. No pierdas tu tiempo tratando de cambiarlo. Sé más realista." Y si se insiste en la convicción de que es posible lograr un cambio positivo, se oponen razonamientos basados en supuestos respecto a la naturaleza humana y de la sociedad, y que es utópico pensar en la posibilidad de un cambio substancial en el ser humano o en su sociedad.
Con frecuencia estos argumentos, sumados a las grandes dificultades y frustraciones que se enfrentan en el camino hacia el cambio sociocultural, acaban por lograr que la persona se desilusione y desista en sus esfuerzos por aportar a la construcción de un mundo mejor, más allá de su servicio cotidiano al estatus quo. El presente estudio tiene como propósito cuestionar los pensamientos que producen semejante tragedia, con el objetivo de despertar nuevamente el deseo y la esperanza de poder lograr una cultura de paz a todo nivel. Consta de seis capítulos, distribuidos como sigue:
En la primera Sección, “Definición del Problema”, se tratan algunos de los dilemas sociales que afectan actualmente a la humanidad a escala mundial. Se aprecia como la teoría de juegos provee herramientas para su estudio científico y que la teoría de cooperación busca maneras de resolverlos. Las investigaciones y propuestas de ésta última se agrupan en tres grandes categorías: estratégica, institucional y motivacional. Se analizan algunos dilemas mundiales para entender sus dinámicas internas, lo que hace falta para corregirlos, y qué obstáculos existen para lograrlo. En otras secciones se considerarán maneras de superar dichos obstáculos.
En la segunda sección, “Teorías Agónicas de la Naturaleza Humana", Se analizan críticamente varias teorías y creencias según las cuales la naturaleza humana es egoísta y agresiva, y se demuestra las falencias y errores que las desmienten. Estos incluyen algunos ‘préstamos epistemológicos’ históricos desde la física, biología, genética y lógica, que han servido para fortalecer el mito del agonismo como endémico en el ser humano y la sociedad. Se conocen las implicaciones de algunos de los avances científico más recientes para fundamentar una cultura de paz.
En la tercera sección, “Teorías Agónicas de la Sociedad”, se desconstruyen ciertas teorías sociales que han servido para naturalizar y esencializar a la cultura del agonismo desde la perspectiva de la naturaleza del orden social como tal. Entre ellas se incluyen cuestiones como la ‘ley de la selva’, la competición como endémica, el poder y la dominación, la unidad versus diversidad, y lo inevitable de la guerra. Se conocen algunos planteamientos alternativos y se analiza el rol de la ciencia como justificadora, legitimadora y reforzadora de las hegemonías culturales. Finalmente se explora la posibilidad de un activismo por la paz entre cientistas de las diversas ramas.
En la cuarta sección, “El Agonismo como Constructo Cultural”, se postula que la violencia y competición no son más naturales al ser humano y su sociedad que la ternura y la cooperación, y que su aparente naturalidad se debe a que forman parte de un constructo cultural predominante en la actualidad. Se propone que llegó a plantearse esta visión de la humanidad como parte del mito justificatorio de la conquista y colonización europeas del resto del mundo. Se analiza la institucionalización de sus principios rectores, su reproducción como imaginario hegemónico, quiénes se benefician y perjudican, cómo se ha propagado, y si se puede o no hablar de una conspiración. Finalmente, se exploran algunos mecanismos para cambiar esa cultura de conflicto y ‘agonismo’ por una cultura de paz y mutualismo.
En la quinta sección, “Referentes Alternativos de una Cultura de Paz”, se responde a la interrogante “¿En dónde se encuentra una sociedad basada en el mutualismo y la cooperación?” Esto se hace desde la perspectiva de culturas preindustriales, naciones modernas, comunidades intencionales, instituciones alternativas, movimientos sociales, subculturas paralelas y el heroísmo anónimo cotidiano. Se analiza en algún detalle ciertas muestras de estos diferentes tipos de referentes, se enfatiza que no necesitan ser perfectos para servir de modelos alternativos, y se termina preguntando si el conflicto y la competencia tendrían algún lugar apropiado en una cultura de paz.
En la sexta sección, “Gestión del Cambio Sociocultural”, se consideran diferentes opciones de intervención disponibles para el gestor de cambio social que desea trabajar por una cultura de paz. El mundo no siempre tuvo una cultura tan agonista como ahora y no siempre lo será. El logro del mundo deseado requiere de transformaciones coordinadas a nivel psicocultural y socioestructural, por lo que se presentan alternativas de acción que toman en cuenta estas dos dimensiones. Se termina con un análisis del rol de la utopía en la construcción de un mundo nuevo.
Se incluye además una nutrida bibliografía, que constituye una parte importante de la investigación, por cuando pretende servir de orientación para quienes desean profundizar más en estos temas. Las referencias son separadas por sección y, en algunos casos, subsección, a fin de facilitar la labor del investigador, aunque algunas fuentes se podrían citar en más de una sección. Los extractos tomados de aquellas obras cuyos títulos constan en inglés en la bibliografía, han sido traducidas extraoficialmente al castellano por el presente autor, y vice-versa.
En suma, se propone que la agresión y violencia, el egocentrismo y acaparamiento, el conflicto y la competencia, la pugna y guerra, tienen raíces más culturales que biológicas y por tanto son susceptibles a ser superados y reemplazados por una cultura de ternura, entrega, cooperación, mutualismo y paz. Mediante el presente estudio, se espera que el lector concluya con nosotros las siguientes tesis:
Como resultado del estudio de este material, se espera que el lector esté capacitado para analizar críticamente aspectos de la actual cultura del agonismo por medio de algunos de los siguientes aspectos:
A la vez, se espera que el lector esté en capacidad de proponer y defender elementos de una cultura de paz, mutualismo y cooperación, por los siguientes medios:
Cabe una aclaración, para los escépticos. Al hablar de justicia, unidad y paz no nos referimos a los “modelos de harmonía” que anteponían los acuerdos a la justicia, ni a aquel “organicismo” que pretendía defender el status quo como un ‘orden natural’, desconociendo la diversidad y divergencia, ni tampoco a la “retórica del consenso” que evitaba todo tratamiento de la pluralidad. Si bien se sostiene que no puede haber paz sin unidad, ésta no implica la uniformidad, sino la vinculación y articulación de la rica diversidad que caracteriza a la raza humana. Y tal unidad no es posible sin la justicia en el sentido más amplio de la palabra, incluyendo el respeto por los derechos humanos de todos. Acota Karlberg:
…muchas personas aseveran que el conflicto es preferible a un consenso falso o impuesto, por lo que las prácticas agónicas son esenciales para reformar un orden social opresivo. Sin embargo, …este argumento expresa una falsa elección, pues desconoce la existencia de otras alternativas… De hecho, la renuencia de la humanidad a reconocer su interdependencia orgánica y organizar en consecuencia su vida colectiva, puede interpretarse como una de las causas de raíz de la injusticia social.3
El presente estudio no pretende ser una obra totalmente original. El “pensar por sí mismo” no existe, pues la generación del conocimiento constituye una actividad social por excelencia. Cada individuo (como dice Peter Russell en “El Cerebro Global”) es como una neurona en el cerebro de la sociedad planetaria. Así como una sola neurona no puede funcionar solo sino como parte de un todo, así mismo los seres humanos no hacemos ciencia solos; sólo en tanto y cuanto sociedad logramos realmente pensar.
Su propósito más bien es reunir en una sola obra el pensamiento de cientos de personas –investigadores, pensadores, activistas, educadores, escritores, religiosos, etc.– en torno al tema planteado. Si puede hablarse de un aporte original, éste se halla en el haber reunido, organizado, traducido, sintetizado e interpretado esta información en forma lógica y comprensible. Si además se ha podido agregar alguna luz nueva, habrá sido un beneficio extra e inesperada.
Tampoco aquí se pretende ofrecer soluciones, más que constituir en sí una herramienta más para el trabajo del gestor de cambio sociocultural. En esta época de gratificación instantánea, con demasiada frecuencia se busca dar respuestas rápidas a problemas que aún no han sido bien analizados y definidos. Un resultado de esto es que a menudo se plantean excelentes soluciones para los problemas equivocados y malas soluciones para los problemas reales. Otro es que los remedios prescritos tienden a tratar los síntomas inmediatos y superficiales, mas no las causas más profundas de la enfermedad a más largo plazo. Además, las propuestas suelen ser lineales y puntuales, pasando por alto las vinculaciones del problema identificado con los demás elementos en su entorno sistémico.
Aquí el propósito más bien es el de buscar una mayor comprensión del problema de raíz que impide lograr el cambio sociocultural que aspiramos. Si en el transcurso de este análisis se describe alguna alternativa, su propósito es meramente ilustrativo, a fin de generar un contraste con la situación actual no deseada y la esperanza de que es posible y factible cambiarlo. Las soluciones en sí las están dando y seguirán dando la multitud de expertos en las diversas ramas del saber y hacer, que hoy trabajan afiebradamente – solos o en forma interdisciplinaria – por dar respuestas a los problemas de corto, mediano y largo plazo.
Asimismo, no se ha tratado de ser exhaustivo, sino presentar apenas un boceto a grandes trazos de un campo hasta ahora poco explorado, especialmente en América Latina. Se ha evitado la tentación de intentar completar todos los detalles aquí, labor que les cabrá a otros estudiosos de la materia con más tiempo, energía y capacidad que su servidor. Se espera que el presente estudio arroje algunas luces sobre la verdadera naturaleza del problema, para que los esfuerzos de estos héroes anónimos resulten más acertados.
A modo de un comentario final, quisiera sugerirle al lector que se acerque al contenido del presente estudio con la mente abierta (aunque, como alguna vez dijo Carl Sagan, “¡no tan abierta que se le caigan los sesos!”). Quien busca afanosamente la verdad debe estar dispuesto a desechar, si fuera necesario, lo que le han enseñado durante toda la vida y reiniciar su educación. Este proceso puede resultar difícil, pues suele romper nuestros esquemas y hacer temblar los fundamentos sobre los cuales hemos construido nuestra percepción del sentido del mundo. Muchos de los supuestos que se cuestionan a continuación están tan profundamente arraigados en la sociedad actual que nos pueden parecer completamente naturales. Como dice Bertrand Russell,
“Si se le ofrece a un hombre un hecho contrario a sus instintos, lo analizará con cuidado, pero a menos que sea abrumadora la evidencia, rehusará creerlo. Por otra parte, si se le ofrece algo que le da motivos para actuar de acuerdo con sus instintos, lo aceptará incluso con un mínimo de evidencia”.4
Después de leer el texto, responder la siguientes preguntas en sus propias palabras:
1. Adversarialismo es un anglicismo tomado de ‘adversarialism’, término que cabe perfectamente en inglés pero que no ha tenido mayor acogida en castellano.↩
2. UNESCO, “Hacia una Cultura Global de Paz”, documento de trabajo preparado por el Programa Cultura de Paz (CPP) para el Segundo Foro Internacional sobre la Cultura de Paz, Manila, Filipinas, noviembre de 1995.↩
3. Karlberg, Michael: “Beyond the Culture of Contest – From Adversarialism to Mutualism in an Age of Interdependence”. Oxford: George Ronald Publisher, 2004, p.185.↩
4. Russell, Bertrand. “Proposed Roads to Freedom – Socialism, Anarchism and Syndicalism”. Cornwall NY: Cornwall Press, Inc., 1918, p.147.↩